Ciudad Corsaria
Ya la describía Gustave Flaubert, como una “Couronne de pierre posée sur les flots!” (corona de piedras colocadas sobre las olas!) Saint Maló es una de las villas más visitadas al norte de Francia, en la Bretaña.
Encallada como un barco de piedra en la desembocadura del río Rance, esta ciudadela muestra con orgullo sus murallas junto a la playa y el puerto. Las fachadas y torres que emergen de las fortificaciones le confieren esa silueta tan característica, que la han llevado a ser la ciudad más visitada de la Costa Esmeralda.
Los impresionantes muros, que datan del siglo XIII, protegen en su interior un laberinto de callejuelas y plazoletas que conservan ese ambiente marinero tan peculiar. Las calles empedradas que un día fueron transitadas por mercaderes y corsarios, reciben a los turistas, con la algarabía de músicos callejeros, bares y restaurantes, tiendas de artesanía y souvenirs.
Para “abordarla”, lo primero que hay que hacer es recorrer el camino de ronda, para ir descubriendo sus casonas y palacios en el interior, y las distintas imágenes del mar que la rodea, es la mejor experiencia para tomar contacto con ella.
Es un espectáculo contemplar la inmensa playa desde los imponentes muros. La bahía de Saint-Malo puede jactarse de ser el escenario de las mayores mareas de Europa, gracias a su ubicación geográfica. Cuando el océano Atlántico, enorme masa de agua, se precipita en ese embudo que es el canal de la Mancha, las olas llegan con fuerza y rapidez. La amplitud de mareas –la diferencia entre pleamar y bajamar– es de más de 12 metros en promedio alrededor de la ciudad corsaria.
Cuando llegamos a la explanada que domina la muralla en un extremo de la ciudad, podemos contemplar la imagen de los bañistas disfrutando en la piscina natural que queda al descubierto al retirarse el mar, y con esa visión es difícil imaginar el rugido de los cañones que nos rodean o el olor a Napalm que por primera vez se utilizó aquí durante la Segunda Guerra Mundial.
La historia de esta ciudad fortificada está estrictamente unida a la de su puerto y al mar. En el Medievo ya atrajo a navegantes, pescadores y corsarios. Esa vocación marinera se palpa en sus calles empedradas, las tabernas y, en toda la ciudadela, protegida por algo más de dos kilómetros de muralla, de granito y siete metros de espesor, con siete puertas.
Que visitar Intramuros
Saint-Maló, el mayor puerto de Francia en el siglo XVII, sigue siendo una ciudad amurallada de leyenda. A principios del siglo XX ya era un importante lugar de veraneo por sus playas y balnearios y hoy, su cercanía a la Costa de Granito Rosa por el oeste, y al Mont Saint Michel, por el este, la convierte en un destino muy apetecible.
Murallas adentro, el paseo transcurre entre elevados e imponentes edificios (siglo XVII). Cuando uno admira su estilo es difícil creer que la mayoría de ellos fueron reconstruidos tras los bombardeos de 1944. Desde su recinto amurallado circular (siglo XIII) se observa su emblema religioso, la Catedral de St. Vincent (S.XII), que destaca por sus bonitas vitrales, coloridos y muy luminosos.
Desde la entrada a la ciudad te asalta la tentación de pararte en una terraza de la Plaza Chateaubriand. Pero hay que saber contenerse. La Torre Quic-en-Groigne, la Casa Pélicot construida como el castillo trasero de un barco, las casas de los armadores, y los alturas del Hotel d’Asfeld te esperan. Otro imperdible, son los palacetes. Entre ellos, la mansión Magon, construida en 1725, bello ejemplo de la arquitectura de las casas de corsarios, y declarada monumento histórico. Su terraza, construida por encima del nivel de las murallas, permitía al corsario vigilar las idas y venidas de los barcos en el puerto. La encontrarás entrando por la puerta Saint-Louis.
Visita obligada sin dudas, es al Castillo fortificado de estilo medieval, propiedad de los duques de Bretaña (siglo XV). El edificio actualmente alberga los servicios municipales y el museo de la historia de la ciudad y el país de Malouin. Se completa con un conjunto de paredes que se pueden inspeccionar. La antigua pasarela, proporcionan una vista impresionante de la ciudad, y de las malouinières, antiguas casas de armadores.
El camino de las murallas salta de bastión en torre. Por un lado, las callejuelas de la ciudad y, por el otro, magníficas vistas a las playas, al puerto y a los fuertes. Desde la puerta Saint-Vincent, a la entrada de la ciudadela, se despliegan las ensenadas portuarias y Saint-Servan. Entre los bastiones de Saint-Louis y Saint-Philippe, la vista se abre al estuario y a Dinard. Las playas se suceden a los pies de las murallas hasta alcanzar la torre Bidouane.
Qué ver Extramuros
Extramuros podemos contemplar las playas que nacen a los pies de la muralla. Durante la bajamar se despeja el pelotón de troncos de madera que protegen esas viejas piedras cuando la mar está agitada y demuestra toda su fuerza y grandeza. Hay que tener en cuenta que en esta zona las mareas son gigantescas y el nivel del agua puede variar hasta 13 metros entre la pleamar y la bajamar. Cuando esta última se produce quedan al descubierto enormes playas, muchas veces solitarias, que permiten acceder a píe a tres de los históricos baluartes defensivos de la ciudad: el Fort Nacional, el Petit Bé Fort y el islote del Grand-Bé.
Por el pasillo de arena, se llega desde tierra firme a las islas del Grand Bé, del Petit Bé (“el mejor y el más hermoso de todos nuestros fuertes”, Vauban 1695), y al Fuerte Nacional, asentados en lugares excepcionales. Desde esos islotes hay una vista inolvidable de 360º. En el Grand Blé podrás hacer una visita póstuma al más famoso escritor de Saint-Malo: Chateaubriand.
Otros elementos defensivos que cabe subrayar fuera de las murallas y en tierra firme es el fuerte de la ciudadela de Alet y la Torre Solidor. Saint-Servan también es el punto de partida de un bonito paseo frente al río Rance y a la ciudad amurallada.
Desde Saint-Malo pueden realizarse excursiones recomendables: a Dinard, (famosa por sus balnearios), a Concale (donde se pueden probar sus exquisitas ostras).
En el límite de Bretaña y Normandía surge como vigilante de sus circundantes aguas mágicas el Mont de Saint Michel, unas veces bretón y otras normando, según el devenir del río Couesnom. Sus calles, están llenas de leyendas druidas y batallas romanas. La abadía del siglo XI cede su nombre a esta fortaleza que adquiere mayor fuerza observada desde la mejor panorámica en un pueblecito a siete kilómetros de la abadía.
Las Rocas esculpidas de Rothéneuf , el parque botánico de la Alta Bretaña, Los malouinières (antiguas casas de los armadores que hicieron la fortuna de la ciudad durante siglos, a partir del XVII), y El gran acuario, completan otros de los tours más solicitados.
Algo más lejana es la excursión a la Costa de Granito Rosa, pero vale la pena realizarla y desde Saint-Maló hay barcos que cubren este trayecto. Extiende sus paisajes marítimos a lo largo de unos quince kilómetros, ofreciendo así un espectáculo de un color único con lugares graníticos excepcionales y protegidos. Entre sus principales puntos de interés, se encuentran pequeñas ciudades como Perros-Guirec, Lannion y Trégastel. Las numerosas rocas de granito que emergen a lo largo de los arenales, de las calas y de los islotes forman un patrimonio insólito y sorprendente.
Comer y Beber
La visita a Saint-Malo no estaría completa sin detenerse a descansar en la terraza de uno de sus muchos restaurantes, o descubrir el encanto de sus cafés.
El casco antiguo está lleno de bares fabulosos donde tomarte más de una copa. Entre los más apreciados, destaca La Belle Époque en la Rue de Dinan, un bar agradable en el que sirven cerveza local y rones caseros alrededor de una hoguera en invierno. Si quieres probar cócteles originales rodeado de una decoración pensada hasta el último detalle, tu bar es La Fabrique en la Rue de Chartres. Por último, aunque no menos importante, el Ar Koad de la Rue du Boyer: un bar imperdible para los amantes del whisky, Ya que ofrecen marcas de whisky procedentes de cualquier rincón del planeta, incluida la local Naguelann.
La gastronomía, muy tradicional, es el resultado de la combinación perfecta de productos del mar y la huerta, que además se fusionan con las exquisitas costumbres culinarias de la región francesa.
Podrás disfrutar de platillos típicos como “Moules Marinéres”, a base de mejillones cocidos con vino Muscadet, cebollas picadas, perejil y pimienta, y acompañado con papas fritas; y “Galette de Blè Noir”, una creppe salada hecha con harina de trigo oscuro, que se puede acompañar con carnes frías, huevo, papa cocida o queso, entre otros ingredientes. Entre la gran variedad, también se puede disfrutar de “Kig Ha Farz”, un platillo a base de carne cocida con sémola (harina gruesa) y verduras como papas, zanahorias y col; se acompaña con una salsa “Lipig”, preparada con mantequilla, echalotes y tocino.
No puedes marcharte de Saint-Malo sin probar el marisco al menos una vez. El mejor sitio donde disfrutarlo es Le Chalut, un restaurante con una estrella Michelin ubicado en el corazón del casco antiguo. No olvides fijarte en su fachada de madera azul brillante, que esconde un ambiente cálido que te conquistará nada más llegar. Si te gustan las vieiras, el cangrejo, los langostinos o la langosta, aquí encontrarás maravillosos platos preparados hábilmente por el chef Jean-Philippe Foucat. A pesar de su fama, los precios son aptos para todo tipo de bolsillos.
Para acompañar los sabores de Saint-Malo, una de las bebidas típicas de este destino es la sidra, de color amarillo y burbujeante, elaborada a base de zumo fermentado de manzana y con un bajo grado de alcohol.
Para finalizar, lo ideal es disfrutar un postre muy tradicional como las Gallettes, que en su versión dulce pueden ir acompañadas de crema chantillí, frutas como frutillas o manzanas, o simplemente bañadas en miel y espolvoreadas de azúcar glasé.
La típica gallette salada es de jamón y queso, y la dulce, rellena con chocolate. La diferencia entre galette (trigo sarraceno) y crepe es la clase de harina con la que está hecha la masa.
Recomendamos aprovechar los recorridos por la ciudad, para ir viendo las distintas propuestas gastronómicas. Algunos de los más famosos son: El restaurante Le Café de Saint-Malo, donde podrás probar los tradicionales creppes tanto dulce como salados, una variedad de café y cerveza; y Le Pole Nord que ofrece platillos típicos a base de productos frescos del mar.
Los precios bastante razonables; lo más caro, las bebidas. Puedes comer a la carta o con “fórmulas” con precio fijo. Estás formules midi/soir son similares a lo que puede ser nuestro menú del día. Tienes para elegir entre una entrada y un plato principal, o un plato principal con un postre. Las bebidas no suelen estar incluidas en el precio.
En los restaurantes es habitual que tengan comida para llevar y siempre hay un menú infantil. En todos los sitios, hay creperías. Las creperías son a Bretaña lo que los bistró a París.
En el casco antiguo, abundan las creperías, pero Le Tournesol en la Rue des Marins y Margaux en la Place du Marché aux Légumes son dos paradas que no te puedes perder.
Dónde alojarse
La respuesta unánime es intramuros!. Es la manera de sentirse realmente inmerso en la magia de éste emplazamiento que parece detenido en el tiempo, como sacado de un cuento lleno de magia y aventuras. Sí, dentro de las murallas el alojamiento suele ser algo más caro que fuera de ellas, donde también hay muchas opciones. Pero la experiencia, es otra.
La oferta es muy amplia, en propuesta, estilo y precio. Desde pequeños albergues, muy sencillos pero muy bien ubicados y económicos. Hoteles boutique, realmente un must!, con ambientes y vistas soñadas (Ej: Résidence de Luxe Le Bénétin. O Grand Hôtel Des Themes, entre otros). Hasta los tradicionales y encantadores hoteles como Hotel de France et Chateubriand (monumento histórico. Allí nació Chateubrinad). Si quieres sentirte un Malouins (los locales no se consideran ni franceses ni bretones, sino de Saint-Malo, por lo que se denominan Malouins), puedes optar por un alquiler temporario a través de las ya conocidas plataformas de contratación de alojamiento ( Ej. Arbnb), y desde allí realizar distintas excursiones diarias por la Bretaña y parte de la Normandía.
Descubrir Saint Malo, la legendaria ciudad amurallada que los corsarios protegieron y custodiaron, y perderse en sus calles, es hacerlo por siglos de historia, retroceder en el tiempo. Cuando cae la noche, las luces tenues, el empedrado de sus calles, los animados cafés y la brisa del mar, son sin dudas, una experiencia movilizadora y única, que vale la pena vivir.
Por: Bea Call Contenidos. / @beacallcontenidos / m.me/BeaCallcontenidos
Ph. portada: Eduardo Grund.
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