Entre calas, pueblos medievales y villas de pescadores, sucede este enclave agreste y precioso de la provincia catalana de Gerona, donde una escapada y unas vacaciones pueden servir para encontrar, a través de un sinfín de sensaciones, la alegría de viajar.
Si vamos desde Blanes, en la provincia de Gerona, hasta Portbou, en la frontera con Francia, recorreremos los 214 kilómetros que delimitan la Costa Brava, y sacaremos en claro varias cosas. La primera, que hay lugares como Cadaqués y Cala de Palafrugell que jamás pasarán de moda. Así lo sentencia la última encuesta realizada por Loneley Planet donde pedía a sus lectores que eligieran el pueblo costero más bonito de España. Por su belleza, su patrimonio y su paisaje, Cadaqués fue la clara ganadora.
La segunda cosa que sacamos en claro, es que el encanto de este territorio no solo entiende de salitre y vistas al mar. Prueba de ello es el atractivo que desprenden localidades como Pals y Girona. La gran variedad de calas íntimas escondidas entre los acantilados y rodeadas de vegetación, accesibles por mar, o a través de caminos de ronda que rodean el litoral, es la característica más definitoria de la Costa Brava. Si a esto se suma la excelsa gastronomía inspirada en la bahía —y disfrutada con vistas al Mediterráneo— se obtiene como resultado la receta del éxito para unas vacaciones inolvidables.

Recorrer el 'Barri Vell' de Girona
El perfecto complemento al turismo de playa, pasa por entregarse a una ciudad donde cultura, gastronomía e historia se palpan en cada esquina. Girona es digna candidata gracias al despliegue de patrimonio con el que cuenta: la colorida hilera de casas que asoman sobre el río Onyar, su extensa –y asombrosamente bien conservada– judería, la Catedral de Santa María de Girona, mezcla gótica, barroca y románica, el recorrido que invita a caminar sobre lo que queda de su muralla del S.XIV… Además, podrás completar la visita en cualquiera de sus museos, adentrándote en sus baños árabes, o paseando bajo la sombra de los colosales plátanos que guardan el Parque de la Devesa.
Sugerencia: si viajas a Girona en otoño, alojate en Casa Cacao, el último sueño de Jordi Roca, responsable de los caprichos más dulces del Celler de Can Roca. Este hotel boutique y fabrica de chocolate, cuenta con 15 habitaciones equipadas con una espléndida terraza donde desayunar, desde donde contemplar el casco antiguo de Girona y, por supuesto, derretirnos con las propuestas más golosas del chef. El Celler de Can Roca es un restaurante genuinamente gerundense fundado en 1986, regentado por los tres hermanos Roca: Joan, Jordi y Josep, cada uno con sus respectivas genialidades (cocina, bodega-sala y dulces). Actualmente es considerado uno de los espacios gastronómicos más influyentes a nivel internacional, después de estar posicionado varios años en el top de la revista The Restaurant Magazine, y alcanzar la calificación de 3 estrellas en la prestigiosa Guía Michelin. Un punto de peregrinación de sibaritas de todo el mundo que han leído o escuchado maravillas sobre él, y de donde la leyenda asegura que nadie sale nunca decepcionado. Dato: Las reservas para este restaurante, deben hacerse vía web, con bastante tiempo de anticipación.

De Illa Roja a Llafranch, inmortalizar las calas más fotogénicas del Baix Empordà
Si las expectativas vacacionales de muchos son encumbradas cada año por Instagram, el Baix Empordà tiene gran parte de culpa. Empezando por el municipio de Begur, donde calas como Sa Riera y Sa Tuna nos dejan idílicas postales de casitas y barcas en una gama de tonos pastel. Si de gastronomía se trata, imposible perderte uno de los mejores: Toc al Mar, situado en la playa de Aiguablava. Visitalo fuera de temporada, solo así va a poder disfrutar de las vistas de la playa en calma, del mar, y del ambiente marinero que se respira. Dejate llevar y escucha sus sugerencias: vas a soñar con sus gambas de Palamós, con las almejas, las croquetas, con sus arroces, —la paella cuadrada es todo un descubrimiento— y el pulpo a las brasas, que es pura poesía. Ocho años de experiencia les basta para hacer el mejor pescado a las brasas del lugar, fresco y salvaje, traído de Llotja de Palamós, que su equipo presentará como si fueras a presenciar una obra de arte, porque así es.
Apenas 14 kilómetros al volante y llegas hasta Calella de Palafrugell, otro puñado de casas que parecen haber encallado en la costa, y que han sabido tomarse lo de “pueblo con encanto” al pie de la letra. Y qué decir de su pedanía Llafranc...
Una vez en Calella de Palafrugell, debés probar uno de nuestros restaurantes favoritos: Tragamar. Materia prima y el sabor local en una versión menos prohibitiva y mucho más terrenal. Cocina marinera donde no faltan gambas, sardinas, anémonas, mejillones… y arroces frente al mar es la sencilla máxima que siguen. Las vistas tampoco se quedan atrás.
El buen comer ha hecho escuela en la Costa Brava. De hecho, cuenta con uno de los mejores restaurantes del mundo, El Celler de Can Roca, que se suma a todas las demás estrellas Michelin presentes en este territorio, como las que lucen Les Cols, Miramar o Bo.Tic. Una galaxia de cocinas de primera división en las que quedarse a vivir.
Visitar la casa de Dalí en Cadaqués
Sin ánimo de desmerecer al resto, nada ni nadie encarna el sueño mediterráneo como Cadaqués, con sus calles empedradas, sus fachadas encaladas adornadas con buganvillas, y sus bulliciosas terrazas orientadas al mar. Desde su paseo marítimo se aprecia la belleza de las casas blancas que bordean la bahía —algunas tan singulares como la de Serinyana— mientras parecen sostener la Iglesia de Santa María. Será obligatorio acercarte hasta la Casa de Salvador Dalí frente a la Cala de Portlligat, una antigua casa de pescadores reconvertida en obra de arte, para disfrutar de algunas de las excentricidades más geniales del polifacético artista.
Llegado a este punto, sería sacrilegio no peregrinar hasta Cap de Creus. El recorrido desde Cadaqués al faro es de poco más de 7 kilómetros (ida) por lo que es una atractiva opción a pie, mientras disfrutas del paisaje rocoso, de las calas que van asomando, como Cala Jugadora o Cala Culip, y de las vistas desde el mirador del Paraje de Tudela.
Cala Culip con sus escasos 15 metros te recibe serena y silenciosa. Es una de las playas más tranquilas de la Costa Brava, seguramente debido a sus proporciones, pero es perfecta para darte un baño después de una buena excursión o hacer esnórquel.
La historia la acompaña, pues en ella se han encontrado naufragios de barcos fenicios, griegos y romanos. Y también se dejó inspirar por este paisaje Salvador Dalí para crear alguna de sus obras.
Retroceder hasta el medievo en Pals
Viajar en el tiempo y comprobar que cada piedra, cada arco, sigue igual. Impresiona lo bien conservado que está el casco histórico de Pals, uno de los pueblos más queridos del interior del Baix Empordà. Sus calles empedradas te marcarán el camino a seguir, empezando por la más transitada de todas ellas, su Calle Mayor, que además conduce hasta los rincones más coquetos: la Plaza Mayor, la Plaza de la Iglesia, y, no muy lejos, la Torre de las Horas. Merecerá la pena ascender hasta lo más alto de lo único que queda de este antiguo castillo del Siglo IX para disfrutar de unas vistas inmejorables.
Lejos de poner rumbo a la costa, aprovecha que los pueblos de Peratallada y Monells están a tan solo 15 y 20 minutos en coche, respectivamente, para dejarte seducir por la belleza en tonos ocre que todo lo invade. Peratallada es un pueblo de gran belleza. Uno de sus grandes atractivos es que conserva su aspecto medieval, pudiendo encontrar aquí calles estrechas y tortuosas. La primera constancia por escrito que se tiene de este pueblo data del siglo X. Se trata de documentos que hacen referencia al Castillo de Peratallada, alrededor del cual fue creciendo la población. El pueblo, es uno de los núcleos de arquitectura medieval más importantes y mejor conservados de España. Este lugar mágico consigue transportarte en el tiempo al pasear por su recinto amurallado y sus callejuelas empedradas llenas de arcos preciosos.

Completar el Camino de Ronda hasta S'Alguer
Si buscas playas amplias de arena fina, para pasear plácidamente por la orilla, quedate con la Playa de la Fosca o la de Castell de Palamós. Si en cambio preferís una cala singular, digna del mejor amanecer en las Islas Griegas, elegí la que queda justo en medio: Cala S’Alguer. Esta lengua de pequeños cantos rodados y roca, ha logrado que sus casitas blancas de pescadores se conviertan en todo un reclamo turístico, y es que nadie puede resistirse a retratar las puertas de colores y las barcas que reposan frente a ellas. Ubicada a las afueras de Palamós, dispone de un estacionamiento cercano desde el que se puede ir a pie, aunque lo realmente mágico es aprovechar para recorrer un tramo del “Camí de Ronda”, el sendero histórico que conecta todo el litoral de la Costa Brava.
Tomar sol bajo la muralla de Tossa de Mar
Sobre el Cabo de Tossa, descansa el recinto amurallado declarado Monumento histórico artístico nacional que rodea a la 'Vila Vella'. En total, 300 metros de perímetro protegen esta ciudad medieval, convirtiéndose en una de las estampas más singulares de la costa catalana. Una vez admirada desde lejos, desde Lonely Planet proponen hacer un recorrido de apenas un kilómetro por su casco antiguo empezando en la Calle de La Guardia, en el barrio marinero de Sa Roqueta, para descubrir pequeñas joyas como la capilla blanca Virgen del Socorro. Esta misma calle te llevará hasta la muralla: torres de defensa, el Castillo de Tossa y las ruinas de la antigua iglesia gótica de San Vicente de Tossa. Las vistas durante todo el recorrido son espectaculares y con espacio para lo inesperado, como toparse con la estatua levantada en honor a la actriz Ava Gardner, por haber compartido el secreto de este pueblo marinero con el resto del mundo. Por último, culminar con las vistas de su faro. ¿Mi programa favorito? Madrugar para conseguir un lugar en la Playa Es Codolar, y recrearme con las mil maravillas que encierra la Costa Brava, dándome un baño a los pies de la muralla.
Nunca antes había sido tan necesario viajar para reencontrarse, para recuperar ciertas sensaciones perdidas e, incluso, para regresar más sanos. Esta tendencia, incipiente y cada vez más “trending topic” por la pandemia, no consiste tanto en el “dónde” como en la experiencia que se vive.
Eso no quita que, en paralelo, haya lugares en los que el turismo deportivo y de salud, se han elevado a la más hedonista potencia. Y uno de ellos es la Costa Brava, la franja de litoral, agreste, y preciosa de la provincia catalana de Gerona, donde una escapada y unas vacaciones pueden servir para encontrar, a través de un sinfín de sensaciones, la alegría de viajar.
Por: Bea Call Contenidos. / @beacallcontenidos / m.me/BeaCallcontenidos
Créditos imágenes: Getty Images/ Pixabay/ Shutterstock /Nathional Geographic.
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