Entre las cuestiones que hicieron célebre al escritor Fernando Savater se cuentran el colorido de sus anteojos. Hizo de la miopía un centro de atractiva atención. Se bajó de la solemnidad que aportan las gafas y llenó su intelectualidad de colores. Además de colores que asemejan el cielo, las frutillas, los arándanos, la noche, los troncos, las naranjas o un profundo día nublado; se llenó de geometría y dotó a su colección de todas las formas enormes y discretas.
La historia de sus desfiles de anteojos (a los que él llama “las gafas de ver a las personas” comenzó gracias al mal clima. De visita por Venecia el agua lo tomó todo. Por lo bajo el aqua alta inundó más allá de los canales, pero la lluvia también acompañó desde arriba. El chaparrón inesperado lo obligó a buscar refugio en la calle della Mandola, en el Rialto, justo al lado de la pizzería al paso El Angelo. El local que lo cobijó tenía una vidriera en L con una pequeña entrada. Era la optica de Danilo Carraro. Como la lluvia no paraba y el agua no bajaba, la vergüenza lo llevó a entrar y el amor se había construido. Las piezas únicas diseño de la óptica iniciaron un ritual: cada año la peregrinación de Savater lo llevaba a volver a la misma Carraro a comprar sus nuevos lentes.
Cuando supe de la historia, hace ya casi una década, me apropié del ritual y también lo repito desde entonces. Las de Carraro son divertidas, livianas, coloridas, exóticas. Sus diseños son únicos y sólo los encontrás allí. Con el tiempo me hice de algunas versiones de edición limitada que llegan con certificado numerado.
Alessandro, hijo de Danilo, me cuenta que Ottica Carraro "se puede definir como la verdadera empresa familiar. Nace en 1967 con la primera tienda en Calle della Mandola abierta por Danilo, quien con mucha profesionalidad y habilidad hace crecer la empresa y la lleva en pocos años a ser una de las ópticas más prestigiosas de Venecia. En 1987 se traslada la tienda a su ubicación actual, acometiendo una restauración y remodelación de una tienda mucho más grande que la anterior con soluciones arquitectónicas únicas para la época". En 1991, su hijo Alessandro se unió al personal colaborador y en pocos años se convirtió en socio de pleno derecho.
En 2000, lleva la empresa familiar a la nueva era al reorganizar toda la actividad clásica y las fases de procesamiento y producción, incluidos los marcos, de una manera moderna. En el año 2000 también se inauguró la nueva web para la venta online de sus monturas. Actualmente la web (dedicada en exclusiva a su propia producción) se suma a la clásica venta en tienda.
"Siempre nos hemos dado cuenta de la importancia de diferenciar la oferta de productos -me explica-. Con previsión, por lo tanto, hemos creado nuestra producción con piezas únicas, coloridas, con estilos bastante inusuales para los primeros días, lo que nos ha garantizado un verdadero éxito internacional. En una segunda fase, sin embargo, casi abandonamos las marcas más conocidas para dedicarnos a marcas menos célebres pero que podían garantizar al cliente exclusividad, sustancia y calidad. Todos nuestros productos se fabrican rigurosamente en Italia con materias primas italianas y por empresas tradicionales venecianas".
Cada vez desarrollan más diseños, "pero -sigue Alessandro- teniendo cuidado de garantizar siempre la mejor calidad, exclusividad y servicio”.
Venecia tiene mucha magia si te animás a olvidarte de las fotos turísticas y te adentrás en sus entrañas. Vuela de imaginación y late de creatividad. Te nutre de historias y de atrevidos diseñadores. Carraro te pinta la miopía con elegancia y vanguardia y, como una adicción, te integra a su club de peregrinos anuales que llegamos a sus vidrieras cada año como niños en mañana de Reyes.
Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello