El paseo por dos pueblos de la Provenza no sólo impactan por su emplazamiento único, vistas y arquitectura: son las grandes capitales del perfume francés y nos conducen a la revelación de las fragancias y al encanto de los más variados aromas.
Grasse y Eze, trepados en las laderas montañosas sobre el Mediterráneo, son dos pequeños pueblos donde desde hace siglos se desarrollan los secretos de las más exquisitas fragancias del mundo.
La perfumería se desarrolla en la ciudad de Grasse desde el siglo XVII, y evolucionó a lo largo del siglo XVIII, cuando surgió un nuevo procedimiento de extracción de las flores, principio que dio lugar al perfume.
Desde el siglo XVI, empezó a especializarse en la fabricación de guantes perfumados, una costumbre popularizada por Catalina de Médici, siendo hoy en día conocida como la tierra de los perfumes. El cultivo de flores es también una parte importante de este pueblo, ya que se necesitan muchos kilos de flores para lograr un poco de esencia. Hoy, también se utilizan esencias de origen animal o sintético.
En el siglo XIX, con la Revolución Industrial se inventaron nuevas máquinas y nuevas técnicas de extracción. En la villa se establecieron varias fábricas de perfume que crean, hasta hoy, fragancias que después venden a grandes marcas, como Chanel.
Grasse, ha convertido la industria del perfume, en un auténtico arte, fruto de la alianza entre la calidad de los productos y el refinamiento. De todas partes del mundo llegan allí, las materias primas para la elaboración de las fragancias.
Perfumes míticos como el "No 5" de Chanel, "Eau sauvage" de Dior o "Femme" de la casa Rochas, se concibieron en esta localidad del sureste de Francia, el lugar ideal para los cultivos de flores dedicadas a la industria de la perfumería.

El pueblo de Eze también se consagra a la fabricación de perfumes. Es uno de los mejores ejemplos que puedan encontrarse de los llamados “village perchés”, es decir, literalmente “colgados” de la montaña, como se los hacía en tiempos medievales para protegerse mejor de los ataques enemigos.
Situado entre Niza y Mónaco, Eze es uno de los pueblos más pintorescos e impresionantes de la Costa Azul por su situación geográfica: se encuentra encaramado en lo alto de un acantilado lo que hace de él un auténtico mirador con unas vistas panorámicas asombrosas del mar Mediterráneo y de la Costa Azul hasta Niza, con Cap-Ferrat al oeste e Italia al este
Tierra prometida de artesanos y perfumistas, del laberinto de sus calles parece surgir perfume a rosas, a violetas, a jazmines, geranios y retamas.

Generaciones de expertos han transmitido celosamente los secretos para extraer esencias y quintaesencias (sustancia obtenida al cabo de cinco destilaciones sucesivas). Antiguamente se usaban procesos como la maceración, una invención de Grasse, donde grasas de alta pureza se mezclaban con flores a unos 60 grados de temperatura.
Durante dos horas, la infusión se revolvía con paletas de madera hasta que el perfume de las flores se trasladaba a las grasas.
Si se trataba de flores muy delicadas, como el jazmín, el procedimiento usado era el “enfleurage à froid”, que permitía trasladar el perfume de los vegetales a las grasas en frío, hasta que el producto obtenido se lavaba con un alcohol que absorbía el perfume y, al evaporarse, dejaba sólo la esencia.
La localidad de Grasse se ha hecho famosa también gracias a la película del alemán Tom Tykwer “El Perfume”, basada en el célebre libro de Patrick Süskind. El protagonista, Grenouille, viaja a Grasse para crear la fragancia perfecta, y allí trabaja de ayudante haciendo perfumes y aprendiendo nuevos métodos. La película ha sido una estupenda publicidad para la villa, a la que han llegado turistas interesados en descubrirla, así como sus talleres de perfumería.
Aunque estos métodos ya no se usan, tanto el Museo Internacional de la Perfumería como los pequeños museos que pueden visitarse en las fábricas de Fragonard, Molinard y Galimard –cada una de estas casas de perfumería tiene sedes que pueden visitarse en Eze y Grasse– ilustran las antiguas tradiciones y revelan algunos secretos de las “narices”, como se llama a los expertos perfumistas encargados de crear nuevas fragancias.
Además, el visitante puede crear su propio perfume o colonia, e incluso participar en todas las etapas de fabricación: desde la recogida de las flores hasta el envasado del perfume. ¡Una experiencia única!.
Se trata de perfumes de la más alta calidad, creados por artesanos que llevan casi tres siglos de experiencia en el sector.
De visita en Grasse, hay que detenerse en la Casa-Museo Fragonard, residencia del pintor Jean-Honoré Fragonard, una gloria del rococó en cuyas obras parece fundirse todo el esplendor de los colores con los exuberantes perfumes de su ciudad natal.
Fragonard fundada en 1782, dispone de una gran variedad de fragancias propias y una amplia gama de productos, tanto para hombres, como para mujeres: perfume, agua de perfume, agua de colonia, cremas, cosméticos, jabones, velas o ambientadores para el hogar.

El microclima de Grasse, con temperaturas cálidas y la humedad del Mediterráneo cercano, es ideal para el desarrollo de flores de perfumes delicados: rosa, jazmín, clavel, nardo, violeta, flor de azahar,…
El jazmín es una de las flores más típicas de Grasse y fue introducida en Europa en el siglo XVII procedente de la India. En la actualidad se recogen de 2 a 3 kilos de jazmines todos los días (1 kilo equivale a 8000 flores), que pasan a ser tratadas industrialmente para obtener una esencia. Existen diferentes eventos en torno a las flores: la Fiesta del Jazmín, el primer fin de semana de agosto; ExpoRose, en mayo…
Los jardines del Museo Internacional de la Perfumería constituyen un conservatorio de plantas destinadas a hacer perfume, un jardín botánico en el que se puede admirar el patrimonio agrícola y paisajístico ligado al cultivo local de estas plantas. La entrada al museo incluye también la de los jardines.
Grasse…… la bonita ciudad medieval que en agosto huele a jazmín. Hay que llegar con el sentido del olfato bien predispuesto a esta pequeña ciudad de la Provenza para disfrutar de todos sus aromas. Por sus coloridos campos de flores, sus jardines, sus callejuelas medievales y su cercanía al Mediterráneo, más cautivadora no se puede ser.
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