Entre las cuestiones que hicieron célebre al escritor Fernando Savater se cuentran el colorido de sus anteojos. Hizo de la miopía un centro de atractiva atención. Se bajó de la solemnidad que aportan las gafas y llenó su intelectualidad de colores. Además de colores que asemejan el cielo, las frutillas, los arándanos, la noche, los troncos, las naranjas o un profundo día nublado; se llenó de geometría y dotó a su colección de todas las formas enormes y discretas.